En apariencia las cosas han dado un giro, hace apenas una semana que el vaticano, mediante una carta enviada por el sumo pontífice después de sostener una reunión con un grupo de visores enviados previamente a la legión, ha aceptado la culpabilidad de una de las figuras más importantes, en el ámbito eclesiástico, del siglo pasado. El caso Maciel ha suscitado un sin fin de declaraciones y reacciones en el seno del vaticano, la mayoría para alzar la voz en defensa del cuasi santificado padre fundador de la legión.
Los delitos que cometió el padre fueron calificados por
Todo esto es muy bonito, inclusive se podría llegar a pensar que la carta del Vaticano manifiesta una nueva etapa política y de relaciones con los comunes mortales, por parte de
En voz de los expertos, algunos como Vaca de los primeros denunciantes de los crímenes de Maciel de los que él fue víctima, lo importante es que se reconoce la validez de todas las acusaciones que se hicieron en contra del padre; lo que reivindica necesariamente a todos aquellos que fueron acusados de mentirosos y traidores a su culto, a todos aquellos quienes fueron hostigados al punto de perder sus trabajos y su prestigio.
De igual modo se reconoce el esfuerzo del Vaticano para admitir los terribles actos de pederastia llevados a cabo por Marcial Maciel. Pero lo que se critica fuertemente es que la iglesia católica nunca admite que para que el padre pudiera llevar a cabo todos esos delitos tenía que haber existido una gigantesca red de complicidades dentro de la cual toda la organización de los legionarios era culpable de los terribles sucesos, incluyendo también al Vaticano.
A su manera de ver las cosas los distintos expertos, sobre todo Athié, plantearon la carta como una forma de lavarse las manos. Una desgracia teniendo la posibilidad de enmendar muchos de los errores cometidos por la institución religiosa.
La desgracia no termina ahí, puesto que el Vaticano plantea la forma de refundar a la legión, de purificarla y limpiarla del pecado original que conlleva su fundación. Pero no plantea la forma en que se va a llevar a cabo esta renovación, ni siquiera se plantea el personaje encargado de realizar tan ardua labor. La falta de concreción por parte de
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