Doña lupe no sabe absolutamente nada sobre la reelección de legisladores en el marco de las reformas políticas que, en el discurso, necesita el país para consolidar su crecimiento democrático. Tampoco debe de encontrarse informada sobre las implicaciones negativas o positivas de la eventual aprobación de dicha reforma y, es este aspecto, su posición no se diferencia mucho de la mía o la suya, amigo lector, en la medida en que nuestras hipótesis nacen y mueren en el plano de la suposición.
Sucede que dentro de lo que se ha venido hablando, a saber el debate sobre las ventajas y desventajas probables, se olvida la realidad de nuestro México actual. Y es que doña lupe no conoce a sus representantes, excepto al presidente de la república, y, sin embargo, fue cuantificada como votante en las pasadas elecciones intermedias del año pasado. Sus referencias inmediatas son los nombres de los partidos.
Mientras prepara una quesadilla con todo para llevar asegura que de reelegirse los legisladores "la cosa no cambiaría", por que “uno ya no sabe por quién votar”. Y esta afirmación para nada se aleja de la realidad, por lo menos a la de ella y quizá, de forma más preocupante, al promedio de los votantes del país.
Su caso se inscribe dentro de las denuncias que en su momento los medios informativos llamaron “acarreo de votantes”; arte muy eficiente para el antiguo partido en el poder y que, con el paso del tiempo, se ha venido perfeccionando y acomodando a las necesidades de los distintos cotos de poder en todos los niveles.
En las elecciones intermedias el PRI incrementó su bancada de 104 a 237 diputados. Si a la bancada del PRI se suman los 22 escaños de su aliado, el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), con los 259 diputados resultantes se forma una mayoría absoluta. De esto tampoco se enteró doña lupe.
Después de todo no tiene por qué saberlo, sus problemas son más serios. Con tres de sus hijos en la escuela primaria y secundaria y los gastos que esto supone; con la luz, el gas y el teléfono por pagar; con el vencimiento para el cobro de la renta mensual de su departamento y la disminución de ganancias en su negocio, más aún, sin el apoyo moral y monetario de su cónyuge (doña lupe es madre soltera) las cuestiones de elección y reforma política pasan a segundo término.
Si se atiende a lo que se dice, la reelección legislativa pretende en los hechos, disminuir la brecha que separa a los ciudadanos de sus representantes en el congreso, pero ¿cómo lograrlo? si, de entrada, la ciudadanía, o una fracción importante de ella, no asimila la importancia de sus decisiones políticas.
Hace falta, desde luego, mayor educación cívica para ello. Cuestión que no se puede alcanzar si se cuenta con un sistema educativo vulnerable. Según el Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial 2007-2010 establece que en el bienio 2009-2010, México se encuentra en el lugar 115 entre 133 países en cuanto a calidad en educación primaria se refiere. Sin embargo, México es el segundo país, después de Finlandia, que más incremento en términos reales ha tenido en los salarios de los profesores durante el periodo 1996-2007 a nivel primaria (véase la nota “México gasta mucho en educación, pero no mejora la calidad: Cámara de Diputados” disponible en el diario La jornada del 4 de abril de 2010, disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2010/04/04/index.php?section=sociedad&article=026n1soc). Algo no está funcionando.
Para mejorar la participación ciudadana es necesario, también, mejorar la calidad de vida del mexicano promedio. Para que doña lupe se encontrara en posibilidad de mejorar su actuación como votante debería contar con un empleo seguro que le permitiera disminuir su incertidumbre económica. La tasa de desocupación de enero del 2008 (4.06% de la Población Económicamente Activa, PEA) fue superior a la reportada en igual mes de un año antes, cuando se situó en 3.96%. Para mayo del 2009 la tasa de desempleo de México tocó 5.31 por ciento, la más elevada desde 1996. La OCDE espera que la tasa de desempleo para México promedie hasta 6.9 por ciento este año.
Con este panorama es difícil pensar que una reforma política, como por arte de magia, suponga el crecimiento de la democracia. Nuevamente observamos cómo los esperanzadores discursos políticos contrastan con la realidad política. De seguir aumentando la tasa de desempleo y disminuir los índices de calidad educativa, así como el promedio de habitantes que reciben educación y satisfacen sus necesidades básicas de alimentación y vivienda las perspectivas democráticas también decrecerán sean aprobadas las reformas políticas o no.
¿No debería de tratarse de una reforma mucho más amplia que también tome en cuenta esta situación? De no ser así, las reformas políticas no parecen nada más que uno de los tantos pasos para terminar por debilitar el poder político del ciudadano promedio y, la reelección de legisladores en específico, como una estrategia para aumentar los cotos de poder partidista.
domingo, 4 de abril de 2010
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